TRISTES PIEDRAS BLANCAS

—Venga grábalo. Ahora es el momento, está como hablando sólo. ¡Vamos, vamos!

El periodista carraspeó y se puso dentro del plano, detrás de unos altos juncos, sin tapar la imagen que se veía tras ellos.

—Aquí en el lecho del río vemos al hombre que despierta nuestra curiosidad. Un ermitaño que sobrevive en el monte sin contacto alguno con la civilización, es totalmente asombroso. No podemos acercarnos en exceso, en los alrededores se dice que es bastante hostil. Parece que murmura algo mientras se baña en un pequeño riachuelo, aunque no podemos entender lo que dice, está demasiado lejos.

‘Tristes piedras blancas
que sostienen el peso del agua,
desde el fondo brillan sus lágrimas
que más que lágrimas son nostalgias.
Tristes piedras blancas
que escupen sobre el tiempo
roído por las plagas.
Puñales de luz de lunas rajadas
que hacen del verde
grisáceas pantallas.
Tristes piedras blancas
que sostienen el peso del agua.’

—Parece balbucear palabras ininteligibles. Puede que incluso ya no utilice el lenguaje como lo entendemos nosotros. Puede que utilice un lenguaje propio para expresar sus pensamientos en voz alta. Un claro síntoma de lo que ha podido afectar la soledad extrema a la que se ha sometido.

El ermitaño salió del río totalmente desnudo. Su barba era larga y espesa al igual que su cabello, aunque en el resto del cuerpo no tenía excesivo vello. Su constitución era delgada, y del cuello le colgaba un collar hecho con piedrecitas de distintos colores. También llevaba dos pulseras hechas con raíces trenzadas, una en la muñeca derecha y otra en el tobillo izquierdo.

—Atención, parece que sale del río. Se ha agachado y está manipulando algo, aunque como está de espaldas no podemos ver bien lo que es. Si pudiésemos acercarnos algo más… Intentaremos hacerlo con sigilo… Ya se levanta. Parece… Sí, es una red. Parece que vamos a asistir a su ritual de pesca.

El hombre semidesnudo colocó la red en el fondo del río donde su anchura era menor y ató los extremos de la red a la vegetación que había a cada orilla, para después, con mucho sigilo, marcharse y perderse en la espesura.

—¡Se ha ido! Vamos hay que entrar en la cueva y grabar donde vive. Puede que haya objetos que podamos atribuir a la brujería o algo así. ¡Nos va a salir un reportaje cojonudo!

—Yo no sé si es buena idea —respondió el cámara—. ¿Y si vuelve antes de que salgamos?

—Venga, será rápido. Nos iremos en seguida. Va a ser un bombazo ya verás. Después de esto ya no tendremos que hacer más reportajes de mierda. Hazme caso, hay que arriesgar un poco.

Ambos reporteros se dirigieron a la cueva corriendo sigilosamente y se adentraron en ella.

***

Cuando el periodista abrió los ojos, algo se movía de un lado a otro dentro de su campo de visión. Aunque todavía lo captaba algo borroso. Se encontraba mareado, la cabeza le iba a estallar.

—¡Jorge tío, despierta! ¡La hemos cagado!

El susurro provenía de su derecha, y entonces comprendió. Estaban atados de pies y manos a una estalagmita enorme. El periodista miró a su compañero. De su cráneo manaba sangre que caía por su cuello. Frente a ellos estaba el misterioso sujeto al que venía a filmar, el protagonista de su reportaje, que se movía de derecha a izquierda pensativo e inquieto balbuceando sin cesar. Tras él, acertó a ver la cámara de vídeo ardiendo en una pequeña hoguera.

—Deja que nos vayamos.

—¿No entendéis nada verdad? ¡Los juncos están cabreados, los guijarros mueren de dolor y sus lágrimas cantan la nana de la pena negra! Pero vosotros no entendéis nada. ¡Estáis sordos, ciegos!

—Solo estábamos trabajando, no pretendíamos molestarte.

—¿Molestarme a mí? No solo me molestáis a mí. Mis pies están conectados al suelo como las raíces de un árbol. Y vosotros os sentís ajenos a la hierba que brota desnuda e indefensa. Mis pies son llanuras, pantanos y montañas, son rocío y son huesos, mis pies sois vosotros.

—Por favor, no nos haga daño… —El cámara comenzó a llorar desesperadamente, mientras el ermitaño jugueteaba lanzando sistemáticamente una piedra al aire con su mano derecha.

—¿Eso que sientes es miedo? ¿A caso sabes lo que significa el miedo? ¿A caso sabes lo que significa sentir algo que no esté dentro de vuestro círculo vital humano?

—Comprendemos su frustración. Lo sentimos de verdad. Ahora sabemos cómo se siente, y el daño que le ha podido causar nuestra intromisión. Le pedimos disculpas, pero déjenos ir, por favor.

Entonces la cara del ermitaño se colocó a escasos centímetros de la del emisor del mensaje.

—¿Sabes cómo me siento, dices? Mira, Rama Negra, yo me emociono cada vez que el sol resquebraja el horizonte. Me vuelvo mustio en otoño, perezoso en invierno y alegre en primavera. Yo pido perdón por cada vez que aplasté un insecto sin razón alguna, y siento estrujarse mis sesos contra el suelo frío al igual que los suyos. Yo noto el trasegar del agua desde la boca al estómago. Soy consciente de que robo vida de un pez para conservar la mía. A veces, me quedo horas inspirando y expirando aire solo porque me apasiona saber que cada suspiro puede ser el último. Lloro cuando la luna llena se refleja en el río, tiemblo de miedo cuando la tapan las nubes, y río a carcajadas cuando veo a dos cervatillos jugando. Y tú, Rama Negra, ¿cuánto tiempo hace que no sientes nada?

De repente el hombre extraño echó a correr hacía la hoguera, cogiendo un palo que ardía por el otro extremo dándose la vuelta con la cara desencajada.

—Vosotros sois como la ramita ardiendo que termina arrasando mil bosques, la faz rajada de la avaricia. Yo quise alejarme, y multiplicarme en verde, azul, marrón y blanco. Pero tuvisteis que venir a romper nuestra paz… Rompisteis la única paz que me ataba al mundo, rompisteis la paz que al mundo ataba, lo rompisteis todo. Una milésima parte de la culpa recae sobre vuestras inmaculadas espaldas. Y pagaréis, ya lo creo que pagaréis…

ermitaño